viernes, 19 de noviembre de 2010

la adolescencia inventada

hola a todos. estaba trabajando en un tema de mi portafolio y me he tropezado con una lectura que creo que os va a resultar entretenida. faltaría más, es una crítica al sistema-mundo (término acuñado por wallerstein, autor que también recomiendo) de tantas posibles. ahí va: 

es parte de un epígrafe del artículo "leer, escribir y resistir" de robert everheart, un ensayo sobre colegios como spencer: segregadores, elitistas y adocenadores, de ayer, de hoy y de siempre. en este caso se habla de la adolescencia como un medio de adaptación social al modo de producción.


El “desarrollo” de la adolescencia temprana

Las características asumidas y distintivas de la adolescencia están basadas en parte en los planteamientos de G. Stanley Hall, quien conceptualizó este estadio del desarrollo como “dual”. Por un lado profundo interés por el “sí mismo” y por otro desarrollo de una conciencia colectiva, por la hiperactividad y por el de la atención focalizada, por la coexistencia de locura infantil y de madurez. Hall pensaba que la adolescencia debía desarrollarse en un ambiente protegido, donde estos conflictos pudieran resolverse productivamente con la asistencia de formas organizativas y de especialistas en conducta adolescente. La popularidad de tales planteamientos se logró gracias a las organizaciones que sirven a las necesidades particulares de los jóvenes durante ese estadio, que se considera de “transición”. Estas organizaciones tuvieron una notable influencia en la especialización que se da en las escuelas de secundaria. Las escuelas de secundaria proporcionaban una moratoria a las salidas a la vida pública y su creación validaba la imagen de la adolescencia como un estadio particular del desarrollo que requería atención especializada.

Es una tradición que influye en que continuemos viendo la adolescencia, particularmente la obsesión de los adolescentes por los grupos de iguales y su agarre en la aprobación social y en la camaradería con sus pares, como una función del desarrollo psicológico, es decir, como un estadio “natural” de transición. Los rasgos asociados con la adolescencia se ven como enraizados en la correlación entre cambios fisiológicos y psicológicos.

Pero tal visión no ha existido siempre. Historiadores han apuntado que la concepción popular de la adolescencia fue inventada. El como haya podido formarse es un fenómeno interesante y merece atención.

La noción moderna de adolescencia fue formulada por Rousseau en el Emile (1762). Tuvo su origen en la creencia vigente en el siglo XVII de que los niños, para crecer como organismos libres y maduros, necesitaban desde el principio protección contra las influencias corruptoras y perturbadoras del mundo adulto. Suponía que el niño acabaría alcanzando un nuevo estado de madurez si podía dejar a un lado las experiencias del pasado y comenzar de nuevo un proceso de crianza verdaderamente sano. Se refería a este estadio como “segundo nacimiento”, el comienzo de la verdadera educación del niño, y lo situó en la pubertad y explicó los incontrolados cambios fisiológicos y psicológicos  como un despertar de un largo sueño. Si hasta entonces la pubertad había sido vista como un proceso normal, a partir de ese momento los púberes pasaron a ser vistos de un modo bastante diferente. Después de Rousseau la gente educada empezó a suponer que el mejor modo de tratar los traumas de la adolescencia era prolongar la inocencia, y la adolescencia empezó a ser concebida como una moratoria en la que el niño debía ser protegido de los deberes y responsabilidades de los adultos.

Hasta la segunda mitad del XVIII el Estado capitalista emergente no pudo permitirse el lujo de soportar este moderno concepto de adolescencia, porque tenía la necesidad de que todos los jóvenes adultos fueran componentes integrales de la unidad económica familiar. No era “económico” prolongar la inocencia de los niños. Pero el tamaño de la familia empezó a reducirse y las familias se integraron en una emergente cultura urbana; la clase media también emergente, fue preparando progresivamente a sus hijos para el trabajo en organizaciones burocráticas; y así la dependencia prolongada de los hijos no sólo se tornó más posible, sino también más funcional. El concepto de adolescencia como estadio de la vida diferenciado, crítico y de incapacidad, acabó firmemente establecido en el siglo XIX.

La teoría del desarrollo adolescente tal y como la expuso Hall alcanzó la popularidad en una época en que la “utilización” de personas comprendidas entre los 12 y 18 estaba siendo seriamente cuestionada. Así a finales del XIX las personas que habían sido clasificadas como adolescentes salían de siglos de integración en el sector económico. A finales del XIX, grandes cantidades de jóvenes dejaron de ser necesarios para llenar las fábricas y minas (…) se convirtieron en una nueva reserva de desempleados, que amenazaba con deprimir los salarios y perturbar el orden social. Ésa es la razón por la que fueron en esencia declarados excedentes (…).

Mientras Rousseau o Hall creaban adolescentes y mientras las fuerzas económicas del capitalismo de Estado le empujaban hacia un rol cada vez más marginal, los “expertos” se hacían con la función (…) de “inventar” adolescentes. A principios del XX una legión  creciente de niños adoptó una política social basada en las cualidades biológicas del adolescente y en sus características psicológicas. (…) También surgió la orientación sobre cuestiones relacionadas con la crianza. Y por último, la escolarización.

Un ejército de educadores profesionales y sus organizaciones se situaron en vanguardia al contribuir a la invención última del adolescente tal y como hoy lo encontramos. Pusieron énfasis creciente en la adolescencia como clase diferenciada, para justificar la ampliación general de la edad de asistencia obligatoria y extender el ámbito de la escolarización a campos tales como la higiene, educación sexual y orientación.

P. Ariès mostró que la noción de adolescencia como fase distintivamente diferente de la edad adulta, difícilmente existía antes del XVII y que antes, el joven vestía, aparentaba ser y actuaba en gran medida como los adultos (…). Sistemáticamente se fue excluyendo al joven de las decisiones de la vida y se le hizo dependiente durante un largo período de tiempo.

(…) La estructura del Capitalismo de Estado, trasladada a través de las escuelas de secundaria, contribuye a crear un ambiente en el que surgen sociedades separadas de jóvenes y se mantiene  nuestra clasificación social y psicológica de la adolescencia. El proceso de escolarización ayuda a crear la adolescencia y así sirve a los que han inventado tal imagen. Pero la adolescencia no es necesariamente un tiempo de turbulencias y presión, sino que, más bien, es parte de una ideología -un sistema de signos, prácticas y rutinas que condiciona y estructura el rango de los mensajes ideológicos-. (…)

es necesario contemplar críticamente la adolescencia como una creencia y estar advertidos sobre las organizaciones construidas para mantenerla. Conducir a los estudiantes hacia una educación responsable y crítica puede ser imposible si canalizamos a la gente joven hacia situaciones institucionales estructuradas con la premisa de que los adolescentes son seres naturalmente dependientes e inferiores.

¿Y si fuéramos capaces de tratar a los adolescentes como personas responsables, con un sistema de conocimiento que no fuera considerado inferior al de los adultos, sino diferente? ¿Y si nuestros procedimientos de socialización formalizada no estuvieran basados exclusivamente en intereses tecnológicos sino orientados hacia una competencia trascendente en la que los individuos fueran más capaces de crear historia, al aprender críticamente a examinar su lugar en ella? ¿Y si pudiéramos ritualizar competencias como la manipulación de las habilidades básicas, pidiendo a los estudiantes que pusieran esas habilidades a trabajar colectivamente en su comunidad y llegasen a comprender ese proceso de ritualización?

Nuestras escuelas, al mantener a los adolescentes en un estado dependiente largo tiempo, difícilmente pueden constituir una preparación adecuada para la vida independiente y asertiva que nuestra cultura ha idealizado. Si las instituciones de nuestra sociedad pudieran ver al adolescente de otra manera, los resultados serían muy distintos. En una era como la nuestra tiene poco sentido tratar a los adolescentes como seres dependientes y pasivos que frecuentan la escuela mientras esperan alcanzar una independencia activa en otros muchos caminos de la vida.

marta guirado

3 comentarios:

  1. muy pero que muy interesante marta!
    la idea de la concepción de la adolescencia como una segunda niñez y a partir de considerarlos mano de obra excedente da claves para percatarse de porqué se ha llegado a una visión peyorativa del término.
    Recuerdo ahora el nombre de un programa de televisión creo "S.O.S adolescentes"....dice bastante de una amplia visión social...
    Si se parece en algo la adolescencia a la niñez es por la recuperación de la curiosidad y, sin duda, se diferencia por el afán de vernos útiles para algo, con todas la lucha y dificultades que ello conlleva.
    un saludo compañeiros!

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  2. hola reimon, me alegro de que te haya gustado. a mí también : )

    narcisistas ansiosos, ascéticos y mesiánicos? como decían les luthiers.. somos adolescentes, mi pequeña

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