miércoles, 17 de noviembre de 2010

La pedagogía en grupo


Todavía recuerdo de memoria aquella definición de las teorías musicales de antaño: música es el arte de combinar los sonidos con el ritmo; y no digo que no lo sea, pero ¿solo eso?...
Difícil empresa sería definir la dimensión que cobra la experiencia musical cuando la integramos en nosotros, puesto que la música vive; y vive según cada cual. Si no fuera así, no sería música o, al menos, esa música.
No nos importaría demasiado dado que no tendría significado para nosotros. No es el motivo de esta reflexión definir lo que es música, aunque si lo es relacionarla con el aprendizaje del violín y a su vez con nosotros, por tanto, con la vida.
Desde que el ser humano puede considerarse como tal, la música ha sido una constante; aparece en todas las culturas hasta nuestros días y supongo que algo de significativo e imprescindible ha de tener para prevalecer tan incansable al lado del hombre y durante tanto tiempo.
Ya desde la Grecia Clásica se valoraba, no solo la música per sé, sino la educación musical y su vinculación con la vida de los individuos y , por lo tanto, con la sociedad. Platón en la República dice así: “ahora bien, Glaucón, la educación musical es d suma importancia a causa d que el ritmo y la armonía son lo que más penetra en el interior del alma y la afecta más vigorosamente., trayendo consigo la gracia, y crea gracia si la persona está debidamente educada, no si no lo está. Además, aquel que ha sido educado musicalmente como se debe es el que percibirá más agudamente las deficiencias y la falta de belleza, tanto en las obras de arte como en las naturales, ante las que su repugnancia estará justificada; alabará las cosas hermosas, regocijándose con ellas hasta convertirse en un hombre de bien.”
He tomado este pequeño preámbulo como punto de partida de esta reflexión, donde los términos música, educación e individuo parecen estar íntimamente relacionados, valorando especialmente la importancia que ha tenido la música en la historia del ser humano a través de sus diferentes formas, estilos, estéticas, etc. Dicho esto, centremos un poco nuestra atención en el violín y su vinculación con la música, una relación primaria entre la música y el violín, que será el instrumento a través del cual nos vamos a relacionar con ella, y digo relacionar, asumiendo todas las resonancias de esa palabra.
Voy a relatar una vivencia educativa con tres protagonistas necesarios: Luis (nuestro alumno) su profesor de violín y su familia, en este caso representada por la figura de su padre.
Padre – Luis, hijo, te voy a apuntar en la escuela de música.
Y así comienza nuestra breve historia de un Luis.
Profesor - ¡Hola, Luis!, ¿Qué tal estás? Yo seré tu profesor de violín. Tu padre me ha dicho que la música te gusta desde muy pequeño. Vas a ver que pronto tocarás tu violín. Estoy seguro de que lo pasaremos muy bien. Por cierto, ¡es muy bonito tu violín! ¿es tuyo?
Luis –Si, me lo regaló mi primo, pero a él no le gustó y se <<desapuntó>>
Prof. – Pero a ti te gusta, ¿no?
Luis – Mi padre me dijo que me apuntara.
Prof. - ¡Seguro que te va a gustar! ¿ya habías tocado antes?
Luis. –Si desde que me lo regalaron, pero todavía no me sale muy bien.
Prof. – No te preocupes, Luis. Si haces lo que te digo, ya verás cómo vas a tocar bien.
Después de tres semanas de clase creo que no he logrado conectar con Luis, pero la clase de hoy le gustará. Vamos a empezar ya con el arco sobre cuerdas al aire.
Luis –Hola profe. ¿sabe qué? En la clase de coro aprendimos una canción que mi padre canta en casa. ¿La podemos tocar con el violín?
Prof. –Sí, hombre, claro que sí; pero antes tenemos que aprender a pasar el arco, así que, de momento, haremos la y re. Seguro que muy pronto podemos tocar esa canción.
Luis no avanza demasiado y me preocupa; sin embargo, ¡qué oído tiene! Siempre que canta las canciones de la clase de coro me atraviesa con esa certera afinación, pero con el violín ¡Nada que ver! No se preocupa de afinar, eso que tiene todas las marcas colocadas. Es como si le diera lo mismo.
¡Qué raro! ¿Para qué querrá hablar conmigo su padre? Esta mañana dejó un recado en secretaría.
Padre – mi hijo me dijo que quiere apuntarse en ajedrez, pero tenemos un pequeño problema: le coincide con la clase de violín. ¿Vd. Qué cree? ¿Cómo va en clase? Él estudia todos los días un poco, tal como Vd. Me dijo, pero se pasa el día cantando las canciones de coro sin yo decirle nada, y ahora ¡me sale con esto del ajedrez!
Prof. –No se preocupe. Estoy seguro de que todo esto es pasajero. Lo que ocurre es que todavía es pronto para que entienda lo que estamos haciendo, pero desde que le coja el tranquillo no habrá quien lo pare. ¡Tiene muy buen oído!
Prof. –Luis, me dijo tu padre que quieres apuntarte a ajedrez.
Luis –Si, mis amigos van a apuntarse también.
Prof. –Pero tu clase de ajedrez coincide con la clase de violín.
Luis – Ya lo sé.
Prof. – Y ¿qué quieres hacer?
Luis –no sé.
Prof. –Sabes que ahora estamos haciendo muchos progresos.
Luis –Bueno… sí.
Lo tiene claro, estoy seguro de que lo tiene claro. ¡Cómo va a dejarlo ahora después de dos trimestres! ¡Con lo que nos ha costado que tenga ese sonido! Y además, ya empieza a fijarse más en la afinación. Ahora es cuando realmente podemos empezar a tocar cosas que l motiven. Ya coloca bien la mano izquierda y su sonido es bastante bueno
Padre –Definitivamente, pienso que mi hijo no tiene muchas condiciones para esto y eso que es bastante responsable y trabajador, pero no le termina de gustar; yo sé que Vd. Ha hecho todo lo posible, pero él está un poco aburrido; que si no tiene tiempo, que si la clase de ajdrez, ahora me está hablando de un equipo de no sé qué del colegio. Hemos decidido en casas que vamos a dejarlo por el momento. Quizás cuando comprenda mejor todo lo que ya sabe hacer; pero, por ahora, se le hace muy cuesta arriba. Le vamos a regalar el violín a un primo que tiene muchas condiciones y un oído buenísimo. Seguro que a él le irá muy bien y le sacará partido a su violín.
Con este pequeño y un tanto desolador relato sólo pretendo caricaturizar una posible situación educativa sirviéndome de excusa para centrar la atención en algunas cuestiones que me han tenido ocupado estos últimos años.
A la hora de enseñar, ¿estamos  seguros de enmarcar el proceso educativo, como dice el final del relato, sacarle partido al violín?
¿Es significativa la música como experiencia para un alumno cuando le estamos enseñando un instrumento?
¿Tenemos siempre presentes las necesidades musicales de los alumnos y las cuidamos?
En otro orden de cosas:
¿Los niños en edades tempranas son individualistas o prefieren la pandilla, el grupo?
¿Resultará atractivo para el alumno tener como único referente en clase a su profesor o sería conveniente crear un pequeño grupo de edades similares y en condiciones de cierta igualdad?
Finalmente:
¿Podemos enseñar algo, sea lo que sea, si lo descontextualizamos del momento y circunstancias en las que se encuentra el destinatario de nuestras mejores intenciones educativas?
Luis, nuestro protagonista, quería tocar al violín la canción que aprendió en coro y que, además, su padre cantaba en casa. Le hacía ilusión hacerlo y teníamos una buena oportunidad con esta canción para que el violín significara realmente en él. La había aprendido en coro: fácil; la conocía ya desde su casa: aún más fácil; pero claro, con el do natural y en las primeras semanas de clase de violín no hubiéramos podido tocar esa canción; y es cierto, lo que no quiere decir necesariamente que no se hubiera podido hacer un trabajo en torno a ella, en ese preciso y precioso momento en que la necesidad musical y vital del alumno nos demandaba claramente algo concreto. Es prioritario, bajo mi criterio, poder enlazar esa necesidad con el proyecto educativo diseñado, aunque eso signifique cambiar la dirección prevista en una determinada clase, en un determinado período o en ese preciso momento.
¿Eran más importantes nuestras cuerdas al aire o su legítimo deseo de tocar aquella canción tan importante para él, importante porque la había aprendido en la clase de coro con sus amigos e importante igualmente porque en su casa la conocían y su padre la cantaba?; pero justo cuando pretendió relacionarla con su violín, se diluyeron todas sus expectativas y el instrumento quedó al margen de Luis y de la música.
Aprovecharé de nuevo el relato para fijarnos en otro aspecto que, en mi caso, ha cambiado radicalmente la concepción educativa. Luis le pide a su padre apuntarse en ajedrez e intuyo que lo hace porque sus amigos también van a apuntarse. Es significativo constatar cómo las clases de violín se han planteado tradicionalmente a través  de una clase individual, cuestión que en principio parece incuestionable, dado que solemos tratar el aprendizaje del violín basándonos en el dominio del instrumento. Es precisamente esa cuestión, la ratio (clase individual o clase en pequeño grupo), la que me llevó a hacerme una serie de preguntas a propósito del tradicional e incuestionable tratamiento: un alumno, un profesor, una hora.
¿Es acaso un contexto de tratamiento individual donde los niños desarrollan una mayor capacidad de aprendizaje? ¿Será más apropiada la ratio individual por cuestiones de concentración?
En la vida cotidiana, un contexto de aprendizaje individual no parece ser lo más propio en esas edades; más bien, todo lo contrario: es en el grupo, y a través del juego además, donde los niños desarrollan mejor sus capacidades de relación, expresivas, motrices, afectivas, etc., y por tanto, de aprendizaje.
¿Por qué aislarlo entonces con la clase de violín?¿No sería lógico pensar que una experiencia como ésta, la música, también puede descubrirse en pandilla?
La idea de cambiar la ratio me acercaba cada vez más a la pedagogía de grupo.
Esta fórmula educativa no era en absoluto ninguna invención mía, por supuesto que no. Se realizaban charlas, se publicaban artículos y se establecían debates a propósito de esta concepción educativa. En esos momentos consideré que lo más razonable, dado el interés que esto suscitaba en mí, era llegar lo más lejos posible en el conocimiento de esta propuesta, y así lo hice.
Además ya centrado en mi instrumento hemos trabajado estudios de mule, paganini, Ferling… grandes maestros, sin lugar a dudas no he podido dejar de preguntarme el porqué de su vigencia como métodos de enseñanza años más tarde de su creación. Es probable que se deba a la intención de perseguir la eficacia técnico-instrumentales, aunque no lo tengo tan claro en cuanto a un aprendizaje realmente global y significativo de la música.
A raíz de este máster he vuelto mucho a replantearme cosas y reflexionar como la hacer un esfuerzo personal y darle a la palabra instrumento la acepción de herramienta  y eludiendo la búsqueda de fines instrumentales en sí mismo: sonidos puros, buena articulación, buena presión de aire, colocación adecuada, embocadura firme…
Aunque parezca contradictorio, tampoco pretendo renunciar a nada de esto y, si se deduce que lo hago por lo anteriormente dicho, digo ahora que no, en absoluto. Esta propuesta o, mejor aún, esta reflexión sobre mi propia experiencia no pretende en absoluto, al menos en principio, saltarse nada de lo tradicionalmente establecido y apropiado para enseñar a tocar un saxofón con garantías de calidad. Mi interés se centra, además de contemplar y suscribir algunos o muchos de estos tradicionales procedimientos escolásticos, en enmarcar cualquier proceso educativo que se emplee dentro de una experiencia musical, y ésta vincularla a la vida de las personas. Esta vinculación desde los primeros pasos del alumno se hace esencialmente necesaria, bajo mi punto de vista, si queremos formar alumnos que comprenden lo que hacen y que, por lo tanto, lo disfruten. Es cierto que hay alumnos que, por razones que ahora no vamos a analizar y bajo las pautas de cualquier apuesta educativa, terminan siendo grandes saxofonistas y muy buenos profesionales, pero ¿seguro que estamos formando buenos y satisfechos músicos? Y más aún ¿la música les favorece como individuos?
Esta última pregunta es la que ha centrado mi interés y trabajo como docente estos 3 últimos años: ¿la música favorece a las personas?
Si, no me cabe la menor duda de que esto debe ser así. Tenemos, por lo tanto la obligación de encontrar los cauces adecuados para que, desde el primer contacto con ella, esto ocurra. No debemos, al menos eso creo, disociar el goce que produce hacer música con el aprendizaje del instrumento. Bien: estamos de acuerdo en que hacer música produce goce de hecho ya tan sólo el escucharla lo produce, pero podemos todavía encontrar un grado mayor de disfrute: compartirla. Compartir la música es dar significado a ésta, y cuando la música ya significa es cuando se nos brinda la posibilidad de vivirla como experiencia de carácter humano. Basándome en esta idea y asociándola con los procesos educativos y a la psicología de los alumnos, la pedagogía de grupo cobró para mí especial importancia.
Llegado a este punto, me detendré para esbozar algunos de los rasgos principales de esta estrategia didáctica, generadora de un punto y seguido en mi quehacer docente.
Los alumnos, durante una hora de clase a la semana, comparten pandilla junto al profesor para aprender a tocar el saxo y, necesariamente, para compartir una semanal experiencia de aprendizaje. Entiendo que, usando de forma adecuada esta metodología, podemos hacer música desde el primer instante de clase y eso es importante.
Tenemos 2 o 3 niños durante una hora de clase a la semana, que sumando al profesor, ya hacen 4 personas. Esto nos abre un abanico inmenso de posibilidades educativas: tocar juntos, verificar en el compañero si lo hacemos bien o no, incrementar nuestra capacidad de análisis, las tradicionales escalas se convierten en juegos rítmicos, de velocidad, de afinación, de sonido, etc; todos somos potencialmente profesores y alumnos del propio grupo. Nos ayudamos y corregimos mutuamente, claro está, bajo la mirada atenta del director de escena: el profesor. Nos acostumbramos desde el principio a tocar delante de otro con todo lo que eso implica. Cada miembro  aporta al grupo un rasgo característico, haciéndolo rico y diverso; éste le devuelve a cada uno la diversidad y riquezas sumadas.
El tratamiento de este grupo es individual, es decir, el grupo es una herramienta para canalizar el aprendizaje individual de cada miembro.
Todo esto nos ayuda para que la clase de saxo se convierta en una experiencia vital y musical global. Puesto que siempre está relacionándose el aprendizaje del instrumento con situaciones vitales que los alumnos vinculan e incorporan en su formación.
Se aprende a través del instrumento, usando cualquier procedimiento que nos proporcione un adecuado desarrollo de las destrezas técnico-instrumentales acorde a las aptitudes de cada unos de los alumnos del grupo. Se aprovechan las diferencias que forzosamente existirán  en el seno del grupo, en beneficio de los progresos individuales, siempre que estas diferencias no sean insalvables, como pudiera ser una clara incompatibilidad de caracteres o que los ritmos de aprendizaje de los alumnos sean tan diferentes que pudieran provocar desequilibrio  en el seno del grupo, pudiendo en este caso tomar la decisión de reagrupar y modificar los componentes del mismo.
La pedagogía de grupo no es una apuesta fácil, entre otras cosas, porque no avala una larga tradición educativa. Pero tampoco creo que el único objetivo para acercarse a la música sea el de ganar concursos internacionales, empresa que, por otra parte, merece todos los respetos. La pedagogía de grupo sólo pretende hacer que el contexto de aprendizaje sea lo más rico posible para los alumnos y que la experiencia musical sea esencialmente significativa en sus vidas, y esto creo que bien merece la pena intentarlo.
Empecé hablando de la música a través de los tiempos, valorando principalmente la repercusión de ésta en el ser humano. Luego continué, a modo de relato corto, caricaturizando una posible situación educativa donde Luis nuestro protagonista, podría ser instrumentista de cualquier instrumento, elegí el violín para hacer entender que el instrumento muchas veces da igual para cosechar el éxito en un alumno, sino que la motivación y otros elementos que ya traté anteriormente  van a hacer que se a feliz con el instrumento elegido.
Pasamos después a plantearnos si las clases instrumentales se estaban convirtiendo sólo en eso, en clases instrumentales, fuera de la gratificante vinculación con una plena vivencia musical. Traté de esbozar algunos puntos significativos de la pedagogía de grupo por encontrarla favorecedora de una aprendizaje músico- instrumental globalizador.
No he pretendido en ningún momento descalificar cualquier práctica educativa, sea cual sea. Eso sí, estoy convencido de que la pedagogía no debe anclarse en la tradición como aval de garantía de calidad. La música, si no vive en nosotros, no es significativa, y, si no significa, no nos sirve para nada. Como la propia vida que cambia constantemente, nuestra actitud como docentes debe ser abierta, atenta a las cosas que se mueven y modifican, buscando continuamente respuestas que se adecúen a ese vertiginoso mundo que vivimos, que a fin de cuentas, es nuestra sociedad.

Diego Rodríguez Caride

2 comentarios:

  1. has dicho "La música, si no vive en nosotros, no es significativa, y, si no significa, no nos sirve para nada", creo que ese debiera ser uno de los pilares de la educación... no el de que la música viva en nosotros, desde luego (acabo de escuchar el nessun dorma de puccini y te entiendo a las mil maravillas y eso que sólo lo he escuchado, no quiero imaginar si participase... bueno que me voy del hilo). Como pilar me refiero a que todo lo que se le enseñe al niño debe tener un significado para él, algo que le lleve a relacionarlo con su "verdadera vida" (hay una palabra en psicología para esto, cuando me acuerde modifico el comentario jeje), y estoy hablando desde las matemáticas hasta la gimnasia.
    Todos los días del año en algún aula se escucha a alguien preguntar "¿para qué me sirve esto a mi?" y está la muy buena respuesta de "para crecer culturalmente y como persona, para adquirir conocimientos que te sirvan en el futuro, para no ser el burro de la clase y para aprobar, claro", en fin, que de todo esto el niño sigue con la duda de para qué me sirve, claro que quiero crecer como persona, no quiero ser un chimpancé que repite lo que hacen los demás, pero ¿para qué me sirve esto, a día de hoy más allá de para aprobar tu asignatura? ¿qué sentido tiene en "mi vida real"?...
    y en el relato lo has explicado muy bien, está muy requetebien todo el conocimiento musical que se pueda adquirir, pero si el niño tiene, que digo tiene, SIENTE, la necesidad por llamarle de algún modo, de relacionar las clases y su teoría con algo que le gusta, que le mueve, esa canción del coro y su padre, está siendo el propio niño el que hace y da la respuesta del ¿para qué me sirve?, y es lo que tú dices, (profesores, por favor, aprovechad esa maravillosa oportunidad) enséñale a tocar esa canción, que lo haga fatal, que no dé la nota exacta, que no lleve el ritmo, pero si el niño encuentra que "algo se parece", estoy más que convencido que la motivación en él por las clases de música (o de lo que sea) empezarán a explotar (en el buen sentido).
    Cuando empezamos con literatura, en lugar de sobresobar la poesía de taitantos poetas, no sería mejor promover a que el alumno hiciese las suyas, poniendo sus sentimientos en ellas, por eso es poesía (digo yo) y así comenzar a relacionarlas con las de "esos otros" poetas, de modo que puedan entenderlas por empatía más que por métrica.
    Y como todos aprendimos a andar en bici (o eso espero, sino enseño a quien lo quiera, jeje) cayéndonos cuatro mil y dos veces y no nos importó, porque sabíamos que el caerse traía consigo una enseñanza-aprendizaje que relacionábamos con estar más tiempo sobre la bici rodando y la sensación gratificante que eso reporta. Y no es que no haya una parte de teoría en andar en bicicleta (a ver Lucas, esto son los platos y esta la cadena, al girar los pedales...a la hora de frenar agarra los frenos con dos dedos por que así tendrás más control del manillar...), pero es que el cuerpo del niño quiere estar en la bici, y si pretendes enseñarle los conocimientos teóricos antes de que pruebe la sensación de montar en bici, pues va a estar complicado que sienta interés por ella.

    Considero como tú dices que es significativamente importante aprovecharnos de esos momentos de interés extra mostrados por el que quiere aprender, porque serán cuando realmente aprendan, pues lo interiorizarán más y mejor, motivándoles para aguantar el rollo teórico posterior :)

    ¡gracias por tu aportación!


    Ricardo FV

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  2. Grande Diego!!
    Acabas de escribir tal cual mi primer contacto con la música: a solas con un profe, con una guitarra española cuando yo quería tocar una electrica... en fin, lo dejeé al año. Luego, 5 años despues, lo retomé. Pero claro, ya podía comprarme una eléctrica y demás, y sobretodo: descubrir los plaeres de tocar en grupo.

    La felicidad, igual que la belleza, debe ser compartida.

    Un abrazo!!

    José Garnelo

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